jueves, 10 de septiembre de 2009

Para Marieta

Conocí a Marieta un día como cualquiera, siempre es un día cualquiera cuando no se es nadie, esa es la ventaja de serlo, es decir de no ser nadie. Hubo dos cosas que me llamaron la atención de ella, sus ojo sescurridizos a pesar de su gran tamaño, y sus manos finas pero inminentemente incansables.

Como suele sucederme, Marieta me observó de manera molesta al dirigirme a ella, no hay problema estoy acostumbrado, le dije con mi desdeñosa mirada, y no me rendí, hable de cosas estúpidas, mordiendome las palabras al selir, retorciéndolas, haciendo retruecanos verbales que ella recibia con una excelente molestía. Eso fue en el colectivo, hubiera deseado alargar el viaje con ella hasta el metro subterráneo, pero supongo que mi monólogo anterior le dio suficiente tiempo de planear una huída afectiva y veloz, por que en realidad no recuerdo cómo fue que se alejó.

Se alejó y no, por que iniciabamos un largo curso en que invariablemente nos veríamos dos veces por semana, si es que alguno no podía evitarlo, y así fue, después de ríspidos encuentros, silencios y más cosas hermosas, hoy Marieta y yo somos amigos. Por eso señalo que las cosas que empiezan mal no siempre salen mal aunque invariablemente terminarán mal, pero en cuanto a proceso intermedio me parece justo disfrutar de ella. Debo confesar que Marieta me gusta, pero no puedo pensar en la idea de que ella sepa esto, sus amores parecen ser tan complicados que quizá mi presencia neutralizaría su rareza, quitándole a Marieta eso que la hace única, por eso callaré, al menos lo más que pueda.

domingo, 22 de marzo de 2009

Solo nuevamente, cuando más te sientes encumbrado y poderoso, lleno, la soledad te golpea inclemente, te demuestra los frágil que eres devolviéndote de un solo golpe al lugar inicial, al mismo miedo infundado, al reconocimiento del yo, simplemente yo que no he volado, que mentengo los pies bajo tierra, sin esperanza de alcanzar te.